Ayer Google y muchos otros medios, recordaban Sergei Diaghilev (ayer se cumplían 145 años de su nacimiento) como un visionario, que revolucionó la danza moderna. Aunque no era su profesión, ya que el tenía formación en Derecho, le atraía el arte en general y en particular la pintura y la danza. Y es precisamente ahí donde ha pasado a la historia.
No fue bailarín, pero trabajó para entender y reinterpretar este arte y así consiguió innovar y profesionalizar el ballet, creando los Ballets Rusos.
La compañía logró unir talentos e incorporar distintas disciplinas como el arte, la moda, la danza, la coreografía y la música con puestas en escena muy imaginativas, vanguardistas y arriesgadas, llegando incluso a quitar los tutús de los bailarines, algo impensable en aquel entonces.
Me agrada de poder explicar casos en los que la innovación y el riesgo tienen cabida, incluso, en sectores mucho menos evolucionistas y más conservadores que el comercial. Quizás no todos tengamos la capacidad de detectar grandes innovaciones, pero si que tenemos la obligación como personas que estamos al servicio de personas, de mirar a nuestro alrededor e intentar aplicar pequeños cambios para diferenciarnos o mejorar. Quizás sirvan de poco, pero pueden servir para incorporar otros pequeños cambios o para detectar otras deficiencias o para nada. Pero aún así, el peor cambio es el que no se hace.
Y como profesionales que estamos en contacto con nuestros clientes y una necesidad de conectar con todos ellos, tenemos la obligación de detectar tendencias, identificar perfiles, qué se está incorporando a nivel tecnológico, qué métodos podemos implementar en cuanto a seguimiento o atención personalizada, etc, etc. y pensar, que no siempre se trata de reinvertir dinero, en muchos casos se trata de tener una visión de 360º.
