Esta situación suele ser muy habitual y no deja de ser bastante chocante y normalmente se debe a varios factores.
En primer lugar, hay que destacar el hecho de que no hemos sabido conectar con el comprador y que le hemos estado dando información sin saber ni siquiera si nos estaba escuchando o tenía el más mínimo interés en hacerlo. Si es así, puede que hayas perdido el tiempo y que no tengas otra oportunidad, hasta pasado un tiempo.
En segundo lugar, es posible que no entienda que es lo que le estamos ofreciendo o cuáles son las ventajas que les estamos ofreciendo. Hay que tener en cuenta que el precio no lo es todo, si no lo acompañamos de una argumentación sólida y explicada de forma entendible. Recuerda que hay que hablar el lenguaje del cliente y que hay que ponerse en su lugar.
En tercer lugar, puede ser que haya realizado inversiones o cambios hace relativamente poco y no le apetezca nada volver a plantearse algo parecido. También puede darse el caso, de que lo que le propongamos, sea algo en lo cual haya invertido hace relativamente poco y quiera amortizarlo. En ese caso, es mejor intentarlo pasado un tiempo, si no le podemos demostrar que recuperará la inversión en muy poco tiempo.
En cuarto lugar…
La lista puede ser larga, pero ten en cuenta que cuando pasa esto, es que hemos fallado desde el INICIO y que es necesario dejar hablar al cliente y preguntarle cosas antes de soltar la parrafada. Escuchando se saca más información que hablando.
Sobre el autor del artículo
Ll. Bosch
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